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Estas vacaciones no hagas nada (Artículo)

Ya ha salido a la calle el número de julio del periódico Salamanca Al Día, y en él está el siguiente artículo de Juan María de Comerón en la sección de opinión:

ESTAS VACACIONES NO HAGAS NADA

El verano es el momento que más esperamos durante todo el año para irnos de vacaciones. Principalmente para olvidarnos de la rutina, para desconectar, para descansar. Y la única manera de conseguir eso de verdad es no haciendo nada. Pero nada de nada. Ni la más mínima obligación.

Nuestro día a día está lleno de deberes, aquellos que tenemos que hacer en el trabajo y en nuestra casa. Cuando nos levantamos tenemos una lista de asuntos pendientes, que solo de pensarlo ya nos estresa. Que si ir aquí a comprar esto, allí a llevar aquello, o al otro lado a recoger a este o a dejar a aquel.

Tenemos un sinfín de obligaciones que nos obsesiona cumplir, cuya resolución nos hacen sentir bien o mal si lo conseguimos o no. Sorprende la frustración que uno puede llegar a tener cuando algo planificado no se ha podido hacer, por falta de tiempo o por cualquier otra razón.

Es tal lo acostumbrados que estamos a esas listas interminables de quehaceres, que nos sentimos culpables si no tenemos una obligación que cumplir. Tanto que a veces hasta la buscamos. Como si no fuera posible que en toda una tarde no tuviera algo productivo que resolver. Nos podemos llegar a sentir fatal si durante varias horas no hacemos algo.

Estando en esa situación a diario, se nos hace muy difícil cambiar la mentalidad cuando estamos de vacaciones, aunque queramos. Pero en realidad, si nuestra idea es la de desconectar para recargar pilas, es lo que debemos hacer.

Dejar que la mente no piense en algo pendiente durante varios días, es completamente necesario para incentivar la productividad y mejorar la creatividad. Parar y no hacer nada de vez en cuando resulta muy saludable, y, además, necesario para ser más feliz.

Este verano deben no hacer nada, solo aquello que les apetezca. Levantarse cuando se aburran de estar en la cama, salir a la calle con el único propósito de pasear, ir a tomar algo a una terraza sin mirar el reloj, a la piscina sin pensar en el móvil, y aquello que les pida el cuerpo en cada momento. Evidentemente cada uno dentro de sus posibilidades, que todos sabemos que con hijos pequeños, esto así tan bien dicho es una utopía.

Si prueban durante estas vacaciones se darán cuenta de que a un cerebro descansado le llegan grandes ideas, y que incluso sin pensarlo ni esperarlo, podrá aparecer de repente la respuesta a ese problema que merodea desde hace tiempo por su cabeza.

Y algo muy importante que les hará sentir muy bien, es dedicarse tiempo a ustedes mismos, solo a ustedes y nada más.

Seguro que recuerdan el anuncio de hace varios años del Ron Malibú, aquel en el que los pasajeros de un autobús en el Caribe se quejaban al conductor de que iban a llegar tarde, y él les contestaba tranquilamente que le estaban estresando. Pues esa es la actitud que debemos tener todos. No tener prisa por nada, ni estrés ninguno.

Así que estas vacaciones, cuando estén en la playa, en el pueblo, conociendo ese lugar nuevo, o en el banco del parque cercano a su casa, no hagan nada más que disfrutar. Olviden por completo su trabajo y todas las obligaciones diarias. Ya verán como a la vuelta notarán que han desconectado de verdad. Qué tengan un feliz verano.

¡¡FELIZ AÑO!!

¡FELIZ 2023 a mis queridos lectores!
Que tengáis un año de bonitas vivencias y grandes lecturas…

 

Necesito un psicólogo (Artículo)

Ya ha salido a la calle el número de diciembre del periódico Salamanca Al Día, y en él está el siguiente artículo de Juan María de Comerón en la sección de opinión:

NECESITO UN PSICÓLOGO

Desde que comenzó la pandemia se está hablando sobre la salud mental, uno de esos temas tabú ya se plantea en actos públicos y genera debate en las tertulias de amigos. Es un primer paso para tratar un asunto normal con la normalidad que se merece.

Generalmente se han considerado los problemas corporales como únicos problemas de salud, creyendo que los psíquicos no lo son. Pero la realidad no es esa, la salud mental es tan importante como la salud física. Tanto que una afecta a la otra, ya que, si una persona sufre un trastorno o enfermedad psicológica, lo más probable es que eso le perjudique físicamente y viceversa.

La salud mental es el estado de sentirse bien o mal consigo mismo en diferentes aspectos: emocional, psicológica y socialmente. Son, por tanto, muchos factores los que nos influyen. Y a lo largo de los años nos surgen muchos momentos que nos hacen sentir peor, dilemas que nos crean angustia por la elección a elegir, causas externas (como una crisis económica, una pandemia o una guerra) que nos crean incertidumbre y malestar. Cuestiones, que por muy fuerte que se considere una persona mentalmente, es imposible que en toda una vida no te afecten.

Se tiende a pensar que las personas que acuden a un psicólogo son débiles o están locas, pero la verdad es que no es así. Se puede acudir porque en esos altibajos que tenemos a lo largo de los años, necesitamos hablar con un profesional para intentar mejorar, para superar los obstáculos que nos van surgiendo, o porque necesitamos que nos ayuden a encontrar la solución a nuestros problemas.

Por esa razón, porque estoy convencido de que cualquiera a lo largo de su vida precisa en alguna ocasión de un profesional que le ayude, siempre he creído que todas las personas deberíamos tener un psicólogo de cabecera como tenemos un médico de cabecera. Necesitamos de la misma manera a uno y a otro. Y poder acudir a un psicólogo con la misma normalidad que a un médico, haría que todos nos encontráramos mucho mejor. Lo cual, en definitiva, mejoraría la vida en la sociedad.

Así que sí, necesito un psicólogo.  

 

Discurso de presentación de «Un verano en el pueblo»

Lumbrales, 14 de agosto de 2021

           Para ser sincero llevo imaginándome este día toda mi vida. Desde que era pequeño siempre me ha gustado mucho escribir, y la idea de querer contar una historia sobre los veranos en Lumbrales es algo que llevaba en mi cabeza desde entonces. Sí que es verdad que, hasta la edad de veinte años, cuando me di cuenta de que quería ser escritor, no pensé en serio en la posibilidad de escribir y publicar una novela contándolo. Y es en ese momento cuando realmente comencé a soñar con conseguirlo, y con que llegara ese día en que presentara la novela sobre mi pueblo en mi pueblo. Así que aquí estoy, a mis treinta y nueve años cumpliendo un sueño de niño, con una ilusión enorme, como os podréis imaginar. Y además en un escenario muy bonito, como es este patio de la Casa de los Condes, un lugar tan importante y tan lleno de historia, durante una cálida noche de verano. No podría ser mejor.

Por poneros en situación a quienes no lo sabéis, Lumbrales es el pueblo de mi madre, en el que nació y vivió hasta poco después de casarse. Y aunque yo nunca he vivido aquí, ya desde el primer momento de mi vida se convirtió en un lugar muy especial para mí; fue al primer sitio al que me trajeron cuando salí del hospital recién nacido. Siendo desde entonces donde más tiempo he pasado mis vacaciones, donde más fines de semana, puentes, Navidades, Semanas Santas y, por supuesto, veranos, he estado desde aquel último día de diciembre de 1981 en que lo visité por primera vez.

Hace unos años escribí un artículo en el Libro de Fiestas hablando sobre lo que significa para los que somos de fuera venir al pueblo, y decía que uno no es de donde nace o de donde vive, sino de donde se siente, y yo me siento lumbralense por todos los costados. Allá adonde vaya, siempre digo muy orgulloso que soy de aquí, porque no sé qué es lo que tiene, que hace que te enganche como una droga o te enamore como el amor de tu vida. La sensación que tengo cada vez que vengo es única y muy especial. Para que os hagáis una idea de lo que significa para mí, aquí quise hacer la primera presentación de “El sentido de la vida”, mi primera novela, hace cuatro años, en la que recuerdo haber contado que el motivo por el que quería que fuera así, era simplemente porque es un lugar que amo, y porque si llegaba a algo o no, en este difícil mundo de la literatura, quería que fuerais vosotros los primeros testigos que vieron mi nacimiento como escritor. Y estoy seguro de que lo bien que me ha ido con esa primera novela, ha sido en parte porque aquello me dio suerte, así que creo que voy a coger la costumbre de hacer aquí siempre la primera presentación de todas las que escriba.

Antes de nada, para que lo sepáis aquellos que no estuvisteis en esa presentación, donde ya lo conté, quiero explicaros por qué siendo mis apellidos Ramos Hernández, decidí ponerme el seudónimo “de Comerón”, porque además va unido a lo anterior. Comerón es mi cuarto apellido y, por tanto, el segundo de mi madre y el primero de mi abuela, y he querido hacer un homenaje a la persona que me dio la vida, y a la que se la dio a ella, llevándolas siempre en mi nombre. Pero además de eso, como sabéis la mayoría de los que estáis aquí, Comerón es un apellido muy poco común, que solo se tiene en Lumbrales y alrededores, que hace que sea sobre todo de nuestro querido pueblo, y que aquellos que lo tenemos vengamos a ser familia por algún lado, así que he querido que este apellido que se identifica solo con esta zona, se escuche en aquellos rincones hasta donde llegue como escritor, como homenaje también a todos los que sois de aquí.

Como os decía al principio, empecé a pensar en escribir esta historia hace muchos años. Siempre me he sentido muy afortunado de tener un pueblo al que ir durante los veranos, y yo además he tenido la suerte de tener dos, porque también he disfrutado de Villoria, que es el pueblo de mi padre, en el que también he pasado mucho tiempo y muchos veranos, sobre todo en los años de mi niñez y adolescencia. Lo que ha hecho que tenga, no una, sino dos visiones de la vida en un pueblo. Referente a esto, el otro día decía en un artículo que escribí en el periódico, que lo que se vive y se aprende en uno, durante esos años de niñez y adolescencia especialmente, es algo impagable, que forma a la persona de una manera diferente. Vivir todo lo que vivimos aquí nos hace ver la vida de otro modo. Y a mí es algo que me ha parecido siempre tan interesante y tan maravilloso que lo he querido contar.

El proceso de creación, por tanto, comenzó entonces, y durante todos los veranos desde aquella idea inicial hasta ahora, a las vivencias que ya tenía le he ido sumando nuevas historias, propias o ajenas, que poco a poco fueron creando una novela en mi cabeza. Dos años después de terminar de escribir la primera, y una vez concluidos los actos de promoción, ya me entraron muchas ganas de escribir otra. Confieso que, aunque yo nunca escribí esa primera con la idea de que tuviera una segunda parte, fue tanta la gente que me dijo que quería que continuara la historia, que durante meses estuve debatiendo conmigo mismo si hacerlo o escribir una nueva, llegando incluso a empezar a preparar la secuela. Pero la verdad es que no tenía ganas, nunca estuve convencido de hacerlo, porque después de tantos años de escritura y promoción de esa novela, necesitaba realmente empezar un proyecto nuevo desde cero, y la historia de los veranos en el pueblo me hacía una ilusión tremenda. Así que después de darle vueltas durante unas semanas, en junio de 2019 ya tenía muy claro lo que quería contar y cómo quería hacerlo.

En ese momento ya comencé a prepararla, documentándome en primer lugar sobre 1992, el año en el que transcurre la historia. El hecho de haber elegido ese año, es porque quería que fuera relativamente reciente, en uno que yo hubiera vivido, pero en el que no hubiera ni móviles ni tecnología como uso habitual, que es como yo lo viví de niño, y como creo que se disfrutaba mucho más un pueblo. Y que fuera el 92 en concreto, es debido a la importancia que tuvo en España ese año, especialmente el verano, al acoger la celebración de varios de los mayores eventos mundiales, y lo que eso supuso para nuestro país.

Una vez situado el año, comencé a documentarme sobre el lugar, a estudiarme todos los libros escritos sobre Lumbrales, de los cuales unos cuantos me prestó Víctor de la biblioteca. Destacando de entre ellos sobre todo dos: el primero es el Grito, editado por don Ricardo, de los que me leí uno por uno los números de varios años de esa época, siendo una joya de información impresionante; y el segundo un recopilatorio de fotos y textos titulado “Desde la esperanza”, editado por los hermanos Hernández Sánchez, en la que colaboraron varios lumbralenses con artículos, que me aportaron también muchísimos datos. Desde aquí mi agradecimiento a sus autores. Además de esos dos, me he leído y estudiado minuciosamente todos los Libros de Fiestas que he conseguido, así como los folletos turísticos que he encontrado sobre Lumbrales, El Abadengo y Las Arribes, para aprenderme con la mayor precisión posible toda la información conocida. A lo que hay que sumar lo publicado en internet. Os aseguro que todo lo escrito sobre este pueblo y alrededores lo he leído, y si hay algo publicado que no, es porque no lo he conseguido.

Durante el mes de septiembre preparé lo relativo a personajes, escenarios, ambiente y demás, y fue en octubre cuando comencé por fin a escribir la historia. Desde entonces, cada día, durante catorce meses, incluido el confinamiento, le dedicaba todas las horas que podía, teniendo en cuenta que tengo un trabajo que necesito para vivir, y un hijo, ahora de cuatro años, al que cuidar. Unos días eran tres horas y otros días eran siete, pero durante esos meses le dedicaba todo el tiempo que podía como una obsesión. En diciembre del año pasado la terminé, y después ya empecé a corregirla durante varias semanas en que la leí tres veces seguidas hasta mandársela a la correctora de la editorial, para leerla otras dos más cuando me la devolvió corregida.

Y después de eso ya vino la maquetación, el diseño de la cubierta y la fotografía de la portada, la cual tenía muy claro cómo quería que fuera, y cuyo resultado es el que conocéis, después de varios días y muchas horas recorriéndome con mi primo José Manuel el pueblo, tomando fotos en un lado y en otro hasta conseguir lo que tenía en mi cabeza, y que hicimos el pasado veintiséis de junio, con el verano empezando. He de decir que, aunque la idea era mía y yo hice la foto, si no fuera por mi primo nunca la hubiera hecho por muchas razones que me llevarían un rato contar, por lo que he querido que en el libro figuremos los dos como autores, ya que la realidad es esa. En la foto tenía claro que debían aparecer tres elementos: una pared de piedra, como algo típico de esta zona, la iglesia de fondo, como monumento más importante de Lumbrales, y una bicicleta BH plegable, como símbolo de los años ochenta y noventa, que nos prestó amablemente la familia Corral Arroyo (a quienes se lo agradezco enormemente), todo ello envuelto por el pueblo y los colores del verano. Y lo cierto es que estoy bastante contento con el resultado, toda la dedicación ha merecido la pena.

Os he querido contar todo el proceso de creación porque quiero que sepáis el trabajo que conlleva la publicación de una novela, la cantidad de horas invertidas (robadas en gran parte al tiempo que debía dedicar a estar con Melissa, mi novia, que ha tenido una paciencia infinita conmigo; al que debía dedicar a jugar con Liam, nuestro hijo; o a disfrutar de mis familiares y de mis amigos); así como la cantidad de días sin descanso, unos buenos y productivos, pero otros también malos. En definitiva, que conozcáis el enorme esfuerzo que supone hacer algo así. Aunque como dicen, “sarna con gusto, no pica”, y lo cierto, es que al ser lo que más me gusta hacer en el mundo, he disfrutado muchísimo cada día durante todos los meses de creación, he sido muy feliz cada uno de ellos. Escribir es lo que más me llena en el mundo y no podría vivir sin hacerlo, me suponga el esfuerzo que me suponga.

En cuanto a la novela en sí, se podría decir que esta historia está basada en hechos reales, ya que ha sido por algo que he vivido en verdad. Si bien es cierto que, aunque el concepto en general ha surgido por algo real y algunas de las cuestiones que narro son verdaderas, la mayoría de lo que cuento es inventado. Ninguno de los personajes principales es alguien que haya existido de verdad, y solo unos pocos de los secundarios que nombro sí que son reales, algunos son los familiares y amigos con los que estoy siempre aquí, y otros son personas del pueblo que por una razón u otra he querido que salieran en ella.

Las descripciones que hago en Lumbrales como en los otros pueblos que salen en la novela (que son todos los de El Abadengo y alguno más), tanto de los monumentos, como de las calles, edificios, parques y otros lugares, son completamente reales, todo es tal y como lo describo. Para ello, además de haberlos visitado, he consultado muchísimas fuentes de información para ajustar lo máximo posible las descripciones a la realidad.

En cuanto a los hechos que narro, la inmensa mayoría son inventados, pero algunos han ocurrido de verdad, bien en el año 1992, o bien antes o después, y si los he incluido como si hubieran ocurrido ese año son por razones puramente literarias. Esto no es una novela histórica, es una novela de ficción en la que se incluyen algunas cuestiones ocurridas de verdad y, por tanto, he podido narrar lo que estimaba más conveniente para el mejor desarrollo de la historia.

Respecto a las peñas que salen en la novela, que son unas cincuenta, exceptuando las de los protagonistas que son inventadas, todas las demás que nombro existen, y he querido que salieran en ella porque son parte de la historia del pueblo. Aunque lo cierto es que me hubiera gustado nombrar a todas las que hay actualmente, era algo que me resultaba materialmente imposible al ser demasiadas.

Lo que he pretendido escribiendo esta historia han sido varias cosas. En primer lugar, que quedara impreso en papel la manera de pasar los veranos y celebrar las fiestas de Lumbrales durante estas últimas décadas, para que, dentro de cincuenta o cien años, cuando la mayoría ya no estemos aquí, sepan exactamente cómo lo vivíamos en nuestro pueblo. Y para que los que estamos en el presente, para aquellos que lo hemos disfrutado, podamos revivir siempre que queramos todo eso, y especialmente los inolvidables años ochenta y noventa que tanto añoramos quienes los vivimos. Pero, además, para que os emocionéis recordando momentos, para que riais y lloréis evocando tantas cosas que nos llevan pasando aquí durante tantos años. Aunque es una novela para todos los públicos, quienes más la vais a disfrutar, sin duda, sois a los que ya os quedan lejos aquellos maravillosos veranos en bicicleta. Y, por último, si bien es cierto que podía haberme inventado el pueblo, he querido que fuera Lumbrales para que su nombre llegue a todos los rincones de España, que se lea, se viva y se conozca por todo el país, allá hasta donde llegue. Que se diga que Lumbrales es el pueblo de la novela, porque no se me ocurre una manera mejor por mi parte de hacer publicidad sobre él.

Para ir finalizando, me gustaría contaros que siempre he considerado que tengo cuatro padres y seis hermanos, además de a quienes me dieron la vida y a mis dos hermanas mayores, también lo son mis tíos Carmen y Tomás, que llevan toda la vida tratándome como a un hijo más, así como mis primos Esther, José Manuel, Juan Tomás y Teresa, para quienes soy el quinto hermano. Desde que nací siempre que vengo aquí me quedo en su casa, donde no es necesario ni que avise de que venga, y donde siempre tengo un plato de comida y una cama. Siempre me han hecho sentir uno más de la familia Gorjón, algo por lo que me siento muy afortunado. Y a quienes quiero agradecer profundamente todo lo que me han ayudado con esta novela, contándome lo que les preguntaba continuamente, que han sido muchas veces, buscándome información, ayudándome a corregir el borrador y a todo lo que les he pedido siempre, con tan buena cara como llevan haciendo toda la vida conmigo. Ni yo hubiera sido tan feliz aquí durante todos estos años, ni hubiera podido escribir esta novela sin vosotros.

Quiero agradecer también a todos los que me habéis ayudado dándome información, que habéis sido unos cuantos; especialmente a mi madre, a quien he mareado con infinidad de preguntas durante estos meses. Así como a todas las personas con las que llevo pasando aquí estos años; empezando por los de mi peña, los de La Cornada, por ser tan buenos amigos y por hacer que me lo pase siempre tan bien; continuando por todos los demás amigos que tengo, que sois muchos, por hacerme sentir siempre tan a gusto; y finalizando por los amores que he tenido aquí, especialmente a una de ellas, con quien he vivido durante varios años el sentimiento necesario para saber escribir la historia de amor principal. Todos vosotros sabéis quiénes sois, y a todos vosotros os quiero decir que cada uno me ha aportado algo para esta novela, y que Lumbrales, sin duda, nunca sería lo mismo sin vuestra compañía.

Ellos son los que están, pero también quiero acordarme de quienes no están y me encantaría que estuvieran, como son mis abuelos, tanto los de Villoria, Isabel y Herminio, como los de aquí, a quienes he querido dedicar la novela porque han sido ese espejo en el que mirarnos, un auténtico ejemplo de honradez, trabajo y bondad. Si hoy todos somos lo que somos es gracias a vosotros. Sé que especialmente mis abuelos Teresa y Juan José, hubieran disfrutado mucho viéndome esta noche aquí presentando una novela sobre su pueblo; en particular mi abuelo, a quien me unió una relación muy especial, y quien siempre estaba tan contento y orgulloso de leer todo lo que escribía. ¡Cómo me gustaría que hubieran podido vivir esto! Así como también quiero recordar a mi padre, porque a él le debo mi manera de ser, mi manera de ver la vida, y mi facilidad para hablar y para escribir palabras, todo lo heredé de él y, por tanto, si hoy estoy aquí presentando un libro es gracias a mi padre.

Y ya para finalizar del todo, como os he contado, siempre he sentido que tengo dos madres, porque también lo es mi tía Carmen, o Tata, que es como la llamamos familiarmente. Y a quien quiero dedicar la noche de hoy, brindándote mi día más especial como escritor, al igual que se brindan los toros, porque te quiero mucho, y porque Lumbrales siempre ha sido mucho mejor contigo. ¡Esta faena va por ti, Tata!

                 Juan María de Comerón

*El escritor junto a Esther Gorjón, presentadora del evento, Carlos Pedraz, alcalde de Lumbrales, y Nacho Francia, periodista. 

*Fotografías realizadas por Infotur

Éxito de ventas de «Un verano en el pueblo»

La novela ha tenido una gran número de ventas durante el periodo estival en toda España. Lo cual agradece Juan María con las siguientes palabras: «Sois muchos los que la habéis elegido para leerla en las vacaciones o en los ratos de piscina… ¡Mil gracias a todos por hacer que un año después siga teniendo tan buena acogida!»

Noches de verano en la Plaza Mayor (Artículo)

Ya ha salido a la calle el número de agosto del periódico Salamanca Al Día, y en él está el siguiente artículo de Juan María de Comerón en la sección de opinión:

NOCHES DE VERANO EN LA PLAZA MAYOR

Salamanca durante el día tiene un encanto único, el reflejo del sol en la piedra de Villamayor que ornamenta los edificios y monumentos, han creado una belleza muy singular formada por un color dorado. Pero si lo posee de día, en verano tiene aún más encanto por la noche, cuando se crea un marco muy especial que se vive sobre todo en la hermosa Plaza Mayor.

A las diez se encienden las luces en el corazón de la ciudad, y los presentes lo reciben siempre con un emocionado aplauso. Desde ese momento se crea un ambiente maravilloso, en el que se escuchan todos los acentos de España, se hablan diferentes idiomas del mundo, y se contempla una mezcla de culturas.

En el “cuadrilátero irregular pero asombrosamente armónico”, como la definió Unamuno, las noches veraniegas se viven de una manera diferente.  Cuando estás dentro de ella se respira una magia que te atrapa, que no te permite salir. Verla iluminada es tan bonito que no puedes parar de admirarla una y otra vez, de observarla por un lado y por otro, sin que nunca te canses de hacerlo, aunque la veas cada día.

La Plaza acoge a personas de todos los tipos y colores, a niños jugando, a mayores comiendo helados, a extranjeros sentados en el suelo, a parejas demostrándose su amor, a amigos tomándose una caña, a turistas dando una vuelta, a familiares celebrando un reencuentro, a abuelos en un banco viendo a la gente pasar, y a salmantinos quedando debajo del reloj.  

Hay pocos sitios en el mundo que reúnan a personas tan diversas, de diferentes edades, condiciones y lugares, en un mismo espacio rodeado de tanta historia y hermosura. Donde no falta la música de la tuna, quienes siempre están alegrando con sus canciones de toda la vida, y sin los cuales las noches estívales no serían lo mismo.

En Salamanca tenemos la fortuna de contar con un escenario excepcional para vivir las especiales noches de verano. Los que las habéis disfrutado entendéis lo que digo. Quienes aún no las habéis vivido, debéis hacerlo, solo entrar en la Plaza iluminada veréis su magia. Y será entonces cuando os atrapará para siempre, desde ese momento ya no querréis salir.

 

5 años encontrando «El sentido de la vida»

Hace 5 AÑOS que se publicó “El sentido de la vida”, y que, por tanto, comenzó mi carrera como escritor… Mi primera novela, mi primera gran ilusión, que jamás pensé que fuera a alcanzar 13 ediciones y se seguiría vendiendo tanto tiempo después. 
 
Ese día comenzaba un sueño en el que he sentido una satisfacción enorme por vuestra fidelidad, cariño constante y tantas palabras bonitas. He vivido días maravillosos de presentaciones y firmas, en los que he conocido a muchos de vosotros y me habéis hecho sentir muy afortunado. Tengo la suerte de contar con unos lectores encantadores.
 
¡Mil gracias a quienes hacéis que el oficio de escritor sea tan bonito! 
 
Juan María de Comerón
 

Primer aniversario de «Un verano en el pueblo»

Hoy hace UN AÑO que se publicó “Un verano en el pueblo”. 
Que después de dos años de preparación, escritura y corrección, salía a la luz la historia que llevaba tanto tiempo en mi cabeza…
Las expectativas que tenía entonces han sido superadas con creces, así que mil gracias a quienes habéis confiado en ella, la habéis leído y me demostráis tanto cariño cada día. ¡Vosotros sois quienes me dais la confianza para seguir creciendo! 

Juan María de Comerón

Agradable Firma de Libros en E.Leclerc Salamanca

Hoy ha tenido lugar la firma de ejemplares en el centro comercial de Salamanca, y este es el resumen en palabras de Juan María: «He pasado una mañana muy agradable firmando ejemplares de las dos novelas, charlando con lectores y conociendo a personas encantadoras… Cómo me gustan las firmas de libros por poder hablar con vosotros. ¡Muchísimas gracias a todos los que fuisteis y a E.Leclerc Salamanca por tratarme tan bien siempre!».

 

 

Los padres de este siglo (Artículo)

Ya ha salido a la calle el número de julio del periódico Salamanca Al Día, y en él está el siguiente artículo de Juan María de Comerón en la sección de opinión:

LOS PADRES DE ESTE SIGLO

La manera de vivir ha cambiado mucho en todos los aspectos. De una generación a otra la diferencia de hacer las cosas es muy grande. Y después de cinco años teniendo un hijo, puedo afirmar con rotundidad que la figura del padre no tiene nada que ver con la de antes.

Hasta hace pocos años, por lo general, los niños eran criados solamente por su madre, quien se ocupaba por completo de todos los cuidados y obligaciones. El concepto de familia era otro y se había diseñado de esa manera, para que él ganara dinero y ella se encargara de la casa y de los hijos. Un concepto tan absurdo como injusto.

Afortunadamente, eso ya no es así, está evolucionando y mejorando cada vez más. Aunque aún queda bastante para que exista una igualdad laboral absoluta, ya es algo normal que las mujeres tengan su trabajo y su independencia. Lo que ha derivado en que ambos progenitores asumamos la responsabilidad de la crianza en igualdad de condiciones.

Respecto al cuidado de nuestros hijos, la mayoría de los padres de hoy en día cambiamos pañales, preparamos la comida, les vestimos, los llevamos al médico, vamos a las reuniones del colegio, a jugar al parque, a las actividades extraescolares, a las funciones de fin de curso, a los cumpleaños de sus amigos, y, en definitiva, estamos con ellos en todos sus momentos.

Lo hacemos sin haber tenido un ejemplo que seguir, un referente de quien aprender, ya que nosotros no tuvimos la fortuna de tener un padre que nos pudiera dedicar tanto tiempo. Lo cual, por otra parte, creo que a la mayoría les hubiera gustado hacer.

Y que los tiempos hayan cambiado es algo por lo que me alegro mucho, aparte de porque creo totalmente en la igualdad del hombre y la mujer, porque ahora tenemos una relación mucho más cercana con nuestros retoños, una confianza que nos permite mostrar nuestros sentimientos, algo poco común en el pasado. Liam y yo nos decimos todos los días que nos queremos. Y, lo cierto, es que esta complicidad es lo mejor que me ha pasado en la vida. ¡Qué afortunados somos los padres de este siglo!