Ya ha salido a la calle el número de junio del periódico Salamanca Al Día, y en él está el siguiente artículo de Juan María de Comerón en la sección de opinión:
LA VACUNA DEL DESEO
Confieso que soy una de esas personas a las que no le gusta nada ir al médico, hay quienes van en cuanto tienen algún síntoma para estar más tranquilos, y los hay que esperamos a que el tema ya esté muy mal para acudir. Siempre que voy es porque no me queda más remedio, pero no sabría muy bien decirles la razón exacta, porque lo cierto es que confío mucho en nuestros sanitarios.
Y también les confieso que no me gustan nada las jeringuillas, aunque en este caso sí que sé el motivo: les tengo verdadero pánico. Desde pequeño siempre las he odiado, tanto que no puedo ni ver por la televisión una aguja inyectándose en una persona, así que imagínense cuando me han tenido que pinchar a mí. Solo de pensarlo ya me pongo nervioso, y, por supuesto, no puedo mirar en el momento que lo están haciendo. Hace unos años me dio por echar un ojo cuando me estaban extrayendo sangre y me maree. ¡Quién me mandaría!
Y, sin embargo, desde hace unos meses estoy deseando que me toque vacunarme, que me digan que tengo que ir a que me inyecten una jeringuilla, que me den hora para que me pinchen una aguja en el brazo. El anhelo de querer recuperar la vida que teníamos antes ha podido al pánico, las ganas de estar tranquilo cada día han vencido a la intranquilidad por pasar ese momento. El virus ha conseguido que esté deseando hacer algo que odiaba. Cosas que pasan.
Lo que no sé es cómo me encontraré justo cuando me vayan a vacunar. Si estaré nervioso, si me atreveré a mirar la aguja, o incluso si volveré a marearme como aquella vez. Ya les contaré. Lo que hoy tengo claro es que, por primera vez en mi vida, me muero de ganas de que llegue ese momento.
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