Ya ha salido a la calle el número de julio del periódico Salamanca Al Día, y en él está el siguiente artículo de Juan María de Comerón en la sección de opinión:
LOS PADRES DE ESTE SIGLO
La manera de vivir ha cambiado mucho en todos los aspectos. De una generación a otra la diferencia de hacer las cosas es muy grande. Y después de cinco años teniendo un hijo, puedo afirmar con rotundidad que la figura del padre no tiene nada que ver con la de antes.
Hasta hace pocos años, por lo general, los niños eran criados solamente por su madre, quien se ocupaba por completo de todos los cuidados y obligaciones. El concepto de familia era otro y se había diseñado de esa manera, para que él ganara dinero y ella se encargara de la casa y de los hijos. Un concepto tan absurdo como injusto.
Afortunadamente, eso ya no es así, está evolucionando y mejorando cada vez más. Aunque aún queda bastante para que exista una igualdad laboral absoluta, ya es algo normal que las mujeres tengan su trabajo y su independencia. Lo que ha derivado en que ambos progenitores asumamos la responsabilidad de la crianza en igualdad de condiciones.
Respecto al cuidado de nuestros hijos, la mayoría de los padres de hoy en día cambiamos pañales, preparamos la comida, les vestimos, los llevamos al médico, vamos a las reuniones del colegio, a jugar al parque, a las actividades extraescolares, a las funciones de fin de curso, a los cumpleaños de sus amigos, y, en definitiva, estamos con ellos en todos sus momentos.
Lo hacemos sin haber tenido un ejemplo que seguir, un referente de quien aprender, ya que nosotros no tuvimos la fortuna de tener un padre que nos pudiera dedicar tanto tiempo. Lo cual, por otra parte, creo que a la mayoría les hubiera gustado hacer.
Y que los tiempos hayan cambiado es algo por lo que me alegro mucho, aparte de porque creo totalmente en la igualdad del hombre y la mujer, porque ahora tenemos una relación mucho más cercana con nuestros retoños, una confianza que nos permite mostrar nuestros sentimientos, algo poco común en el pasado. Liam y yo nos decimos todos los días que nos queremos. Y, lo cierto, es que esta complicidad es lo mejor que me ha pasado en la vida. ¡Qué afortunados somos los padres de este siglo!
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